(A Silvia, por su amor sistemático) Yo soy el sistema, el sistema vive en mí. No soy perfecto, como él. No voy en contra de él, como él no está en contra mío. El sistema fluye en mí y yo fluyo en él, no por obligación, sino porque es así, así se dijo y así tenía que ser. Nací en él y él me vio nacer. Me crió, me enseñó, me sedujo. Su magia es elegante. Sus encantos son majestuosos, Su hedor indescriptibles, Su variedad contagiante. Entró por mis ojos y ahora vive en mí. Dejarlo es imposible, apartarme innecesario, cuestionarlo peligroso, convulsionarlo imprudente. El sistema vive en mí y yo en él, no porque quise, o él así lo quiso, sino porque así es y así será. No es libertad luchar contra el sistema, no es libertad desatarse de sus cadenas, no es libertad bombardearlo con alardes y pancartas. Porque sería atacarme a mí mismo, a quienes amo y espero que prosperen. Porque si él enferma, entonces yo también. Aunque parezca sujeto a él y él a mí,
Algunas reflexiones que preceden a mi andar