El primer año festejamos tú, la primogénita y yo, con
lo clásico y cursi: la rosita por la mañana y el te amo eterno;
cerrábamos el día con la cenita light en un restaurante nice. Ahora
vamos los cuatro -pronto cinco- hacia la cacera de los anticuchos, donde
los corazones hinchados de poemas y plegarias sí nutren. ¡Mis amores,
así es ahora y así fue hace ocho años, vuestras sonrisas pagan las
cuentas!
No importa el motivo ahora, pero hay días que amanecen oscuros. Son esos días malnacidos en que nos metemos de lleno al hoyo de nuestros vicios e imprudencias. Días negros, malditos. Están cargados de rabia, odio, frustración, decepción y cólera. Estos sentimientos hacen de la oscuridad un lugar acogedor desde donde disparamos los dardos envenenados más certeros para desmenuzar lo que hemos construido o lo que tanto nos costó amar. Nos convertimos en esa parte del universo, la que absorbe todo a su paso, incluyendo la luz de las estrellas y los pedacitos estelares de pan, somos agujeros negros en plena y orgullosa acción. ¡Así se van al carajo "esos días maravillosos" y se acabaron las "palabras de amor" para todos! Sí pues, esas caídas en el hoyo de nuestras negras emociones son constantes en nosotros los seres ordinarios. Sí pues, la furia, la rabia y todo aquello es parte de nuestra vida y así será siempre, hasta que aprendamos a manejarlas. Pero hasta
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