Ayer visité al abuelo. Por fin tomé valor
para decirle un par de cosas que atrasaron la sonrisa de la infancia... Ya
frente a él no me reconoció para nada ¡Más al contrario me coqueteó creyendo
que era una señorita!.. Grande Abuelito, no hay necesidad de aclarar nada, ya
todo está olvidado por ambos. Más todavía, te envidio viejo, porque vives el
presente como ninguno y lo haces con la alegría de antaño, como ninguno. ¡Has
retornado a la inocencia y me devuelves la sonrisa con creces!
No lo busquemos en la Municipalidad, porque sería una marioneta. No lo busquemos en el Inti Raymi, porque sería un divo arrogante. No lo busquemos en el teatro, porque sería un wachu actor. No lo busquemos en las panacas ni en los ayllus reales, porque sería inalcanzable, exclusivo. No lo busquemos en la piedra de los 12 ángulos, porque sería un mercachifle. ¿Dónde, entonces? (¡Hipólito, Umut'u, dónde estás!) Mientras tanto y, sin embargo, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka, molesto, hastiado, indignado, iracundo, agarrando una barreta que no es de oro, sino de cobre robado y punta hiriente. Lo he visto picando, fuera de sí, una piedra que solo vale por sus ángulos. Lo he visto, eufórico, rescribiendo esa piedra turistiquera (como Jesusito, con látigo en mano, en la casa de su padre). Lo he visto, airado, perdido, ido... tratando de destruir lo que ha construido. Sí, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka, a uno de verdacito, a uno que es del pueblo, aunqu...
Comentarios
Publicar un comentario