Cuando era niño pensaba que podía volar como Superman e imaginaba que
salvaba a la gente del peligro. Una vez intenté volar de mi cama a la
cama de mi hermano, pero no pude. Fue entonces que me di cuenta de dos
cosas, que no podía volar y que era muy pequeñito siquiera
para intentar saltar... obvio ¿no? ja, ja, ja. Mientras lloraba mi madre me consoló
diciendo que eventualmente aprendería a volar, pero si seguía soñando.
No importa el motivo ahora, pero hay días que amanecen oscuros. Son esos días malnacidos en que nos metemos de lleno al hoyo de nuestros vicios e imprudencias. Días negros, malditos. Están cargados de rabia, odio, frustración, decepción y cólera. Estos sentimientos hacen de la oscuridad un lugar acogedor desde donde disparamos los dardos envenenados más certeros para desmenuzar lo que hemos construido o lo que tanto nos costó amar. Nos convertimos en esa parte del universo, la que absorbe todo a su paso, incluyendo la luz de las estrellas y los pedacitos estelares de pan, somos agujeros negros en plena y orgullosa acción. ¡Así se van al carajo "esos días maravillosos" y se acabaron las "palabras de amor" para todos! Sí pues, esas caídas en el hoyo de nuestras negras emociones son constantes en nosotros los seres ordinarios. Sí pues, la furia, la rabia y todo aquello es parte de nuestra vida y así será siempre, hasta que aprendamos a manejarlas. Pero hasta
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