Encumbrado por su imaginación y su ego, se vio meditando en lo alto de la montaña;
sentíase completo, armónico,
imperecedero, sustancial. Fue entonces cuando apareció ante él uno igual, pero en
cambio era oscuro, profundo, serio, casi enojado, y de frente y sin titubeos
dijo: "¿Quién eres?". Confiado en su certeza el encumbrado respondió:
"Soy luz y alegría". El oscuro ni se inmutó, y volvió a preguntar así
de serio, casi enojado: "¿Y qué haces?". Más seguro todavía aquel
respondió: "Cumpliendo con mi Propósito". El profundo, el oscuro, le
dijo: "Para mí no eres más que un pobre estúpido". El encumbrado
sonrío y mientras descendía se había dado cuenta. Entonces, ya sin títulos ni
predestinación respondió: "Es cierto, eso también soy". Ambos se
miraron y sin pensarlo ya eran uno, y desde ese momento, desde el interior de
la montaña, allí en medio de la base, entre el arriba y el abajo, él empezó a
existir tal cual era.
Recarga en la Catedral del Cusco A Juan Víctor Núñez del Prado Béjar Frente a frente, estamos. Tú me miras desde arriba, ni tan arriba, ni tan abajo, lo justo para decirme con tu mocha que me quieres, lo justo para que me corrijas. Yo aquí, parado, abajo, en estas bancas donadas, levanto la mirada, levemente. Te miro y lloro Tayta de los Temblores. Tantos años, tantos tiempos y no termino de descifrarte; siempre hay detalles, siempre revelas pensamientos en mí. Pero hoy no, no quiero decir quién eres. Tu mirada me lo impide. ¡Perdóname! ¡Dame fuerza! Yo soy tú, somos uno, pero tú sigues allí arriba y yo, aquí abajo. Es nuestra dualidad. Recorro esta Catedral, despacio, en silencio, cauto. No río ni lloro, solo estoy . El pasado no me sobrecoge. La altura no me atormenta. La oscuridad no me llama. Los claroscuros, me definen. Escucho el coro y mi respuesta es contundente: “en mi barca no hay oro ni espadas, tan solo redes y mi trabajo”. En cada pintura, que me recuerda a mis anteriore
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