Vino en nombre de Dios, con una mano en el pecho y la otra en la Biblia, traía la verdad desnuda con estampitas de Jesús y María. Tenía la voz reveladora y la soberbia en aumento mientras cerraba los ojos para clamar por el Advenimiento. Desenterró muertos, desnudó dignidades, maldijo pecadores, mandó a la hoguera a los corruptos, mutiló a los desmadrados, escupió a los desagradecidos, lanzó maldiciones a los coludidos y en llanto vociferó sus desgracias, que no eran otras que las obras de sus hermanos.
Así apareció en mi puerta esta mujer cuasimodo, con la voz tan alta y firme, solo para contarme sus planes y desgracias. Así pasaron sapos, culebras, rayos y centellas por sobre mí. Un ras incómodo, una carga pesada y la médula espinal partida. Luego de un rato pensé: Dios se manifiesta de tantas formas solo para enseñarnos… Cerrada la puerta y espantado el susto, pruebas de Fe y lecciones de amor son lo que quedan.
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