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Sagradas maldiciones

Vino en nombre de Dios, con una mano en el pecho y la otra en la Biblia, traía la verdad desnuda con estampitas de Jesús y María. Tenía la voz reveladora y la soberbia en aumento mientras cerraba los ojos para clamar por el Advenimiento. Desenterró muertos, desnudó dignidades, maldijo pecadores, mandó a la hoguera a los corruptos, mutiló a los desmadrados, escupió a los desagradecidos, lanzó maldiciones a los coludidos y en llanto vociferó sus desgracias, que no eran otras que las obras de sus hermanos. 
Así apareció en mi puerta esta mujer cuasimodo, con la voz tan alta y firme, solo para contarme sus planes y desgracias. Así pasaron sapos, culebras, rayos y centellas por sobre mí. Un ras incómodo, una carga pesada y la médula espinal partida. Luego de un rato pensé: Dios se manifiesta de tantas formas solo para enseñarnos… Cerrada la puerta y espantado el susto, pruebas de Fe y lecciones de amor son lo que quedan.

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Los días oscuros

No importa el motivo ahora, pero hay días que amanecen oscuros. Son esos días malnacidos en que nos metemos de lleno al hoyo de nuestros vicios e imprudencias. Días negros, malditos. Están cargados de rabia, odio, frustración, decepción y cólera. Estos sentimientos hacen de la oscuridad un lugar acogedor desde donde disparamos los dardos envenenados más certeros para desmenuzar lo que hemos construido o lo que tanto nos costó amar. Nos convertimos en esa parte del universo, la que absorbe todo a su paso, incluyendo la luz de las estrellas y los pedacitos estelares de pan, somos agujeros negros en plena y orgullosa acción. ¡Así se van al carajo "esos días maravillosos" y se acabaron las "palabras de amor" para todos! Sí pues, esas caídas en el hoyo de nuestras negras emociones son constantes en nosotros los seres ordinarios. Sí pues, la furia, la rabia y todo aquello es parte de nuestra vida y así será siempre, hasta que aprendamos a manejarlas. Pero hasta ...

El poema que me pedisteís

¿Quieres un poema? Pues allá va. Pero te advierto, será un reclamo, una pausa. ¿Hablará de amor? Por su puesto, pero no será romántico, será un chanque, tipo “toda la noche canchis, canchis”. … Me dices: “Doooosio, hace tiempo que no me escribes un poema”. Me pregunto: ¿Será por mi ausencia o por tu pena? Son ambos. ¿Me exiges un poema porque ya no te quiero escribir? o ¿Me exiges un poema para exigirte a ti? Son ambos. Yo, signado por las distracciones y dedicado a los hermanos mayores, los indígenas. Y tú, marcada por la pérdida y atribulada por los caprichitos de nuestras hijas, las crespitas. Aún así, aunque el día duele, la noche, para ambos, es un consuelo, porque nos abrazamos. Ya no estaremos al día siguiente; seremos ausentes, otra vez. Los reencuentros son de noche, en el lecho. Amaneceremos erizados, lanzando las punzadas que para mí son bromas y para ti ofensas. Pero en la noche, en la camita, no habrá frío, no habrá helada de junio, eso es seguro. … ¿Quieres un poema? Pues...

Hay veces

Hay veces en que me siento un Apuchin, e inflo el pecho como todo espadachín. Esto pasa cuando encuentro a alguien chiquitín. Hay veces en que me siento nadies , porque digo inocentadas y me trago desaires. Esto pasa cuando alguien me habla con insuflados aires. Hay veces en que me desconozco. Soy torpe, iracundo y tosco, pero soy yo, lo confieso, y no alguno de los Orozco. Hay veces, ocasiones,  en que canto, rezo, oro, y vibro. Y entonces,  curo, sano, y limpio. Y mi voz no es la mía,  es la de otro. Hay veces, como ahora, en que me siento pleno, tranquilo, sin el tiempo, como quien regresa al seno. Seguro que alguien dirá que estoy en algo bueno.  A veces soy uno u otro,  pero muy pocas veces, uno. Soy todos ellos, pero más que nada,  me gustaría ser solo uno.  Y aunque puedo escoger ser todos, elijo el que está aquí,  el que escribe en su mente estos pensamientos. 

Encantamiento para la mujer amada

Llevo 20 años de casado y debo confesar que estos últimos meses, como dice mi mujer, he estado distante. Algo de verdad tienen sus palabras, porque una mujer sabe. Entonces, hoy, mientras leía, encontré una receta para atizar el fuego del maridaje. Dice así: “[hay que] cantar a nuestra mujer […] Para que nuestra mujer nos ame”.   Sí, en efecto, vale ir al karaoke y dedicarle la canción de enamorados o cantar con voz de gallo degollado el tema romántico de temporada (excepto Bad Bunny). También vale sorprenderla vestido de mariachi con micrófono en mano o hacer la fonomímica en calzoncillos. Sí, vale. Pero, esta receta no habla de ello, aunque se pueda interpretar así. Habla de otro tipo de canto, de un encantamiento.  El consejo proviene de un indígena amazónico del pueblo shuar, Jorge Caringkia. Dice que su padre y, especialmente su abuelo, le enseñaron a cantar para que su mujer siempre lo ame. Jorge, sin embargo, no precisa cómo, pero comprendo que se trata de un canto pers...

El Kuraka (poema)

Yo soy el kuraka, el señor todo bondadoso y comprensivo, el que cumple su palabra, el que lleva sonrisas y alegría. el que discursa con franqueza, el firme y certero, el inquebrantable, el permanente. Yo soy el kuraka, el que ofrece el corazón al bosque, el que se purifica en el río, el que disfruta desnudo la lluvia, el que bebe masato con algarabía, el que ofrece sin demora. Yo soy el kuraka, el que hallpa en compañía, el que viaja con paciencia, el que observa el infinito, el que contempla los cambios, el que compra de más. ¡Yo soy el abundante, el paciente, el alegre, el sincero, el inocente, el caminante firme, seguro e intrépido! Cusco, 23 de enero de 2020.