Auscultado en mil pedazos luego de una ardua batalla conmigo mismo, en donde no hay victorias ni derrotas, solo enseñanzas y decisiones, las palabras finales calan en el abrevadero de las pasiones y en las posturas fanfarronas: Hay tres comportamientos que me acosan, Señor. Mi irresponsabilidad cuando asumo compromisos, mi deber distraído cuando debo hacer lo que tengo que hacer y la inseguridad con que me disfrazo al momento de decidir. Tres formas de lo que soy, tres formas que ahora entiendo, Señor. He aprendido que estar malhumorado o triste por estas formas no es una consecuencia de lo que hago, de lo que pasa a mi alrededor o de lo que hacen los demás, es una consecuencia de mis interpretaciones. Felicidad o tristeza son estados mentales que dependen en gran parte de cómo interpreto las cosas y cómo me interpreto a mí mismo, Señor. He decidido -mientras el peso de la vacuidad decanta en mi espíritu- configurar mi estado mental en luz y alegría permanente, Señor.
Recarga en la Catedral del Cusco A Juan Víctor Núñez del Prado Béjar Frente a frente, estamos. Tú me miras desde arriba, ni tan arriba, ni tan abajo, lo justo para decirme con tu mocha que me quieres, lo justo para que me corrijas. Yo aquí, parado, abajo, en estas bancas donadas, levanto la mirada, levemente. Te miro y lloro Tayta de los Temblores. Tantos años, tantos tiempos y no termino de descifrarte; siempre hay detalles, siempre revelas pensamientos en mí. Pero hoy no, no quiero decir quién eres. Tu mirada me lo impide. ¡Perdóname! ¡Dame fuerza! Yo soy tú, somos uno, pero tú sigues allí arriba y yo, aquí abajo. Es nuestra dualidad. Recorro esta Catedral, despacio, en silencio, cauto. No río ni lloro, solo estoy . El pasado no me sobrecoge. La altura no me atormenta. La oscuridad no me llama. Los claroscuros, me definen. Escucho el coro y mi respuesta es contundente: “en mi barca no hay oro ni espadas, tan solo redes y mi trabajo”. En cada pintura, que me recuerda a mis anteriore
Comentarios
Publicar un comentario