Acabo de revisar lo que siempre fui y acabo de diseñar lo que quiero ser. Deseo ser el amante perfecto, sin ambicionar el resguardo material ni la fe bíblica. Hay gradas que no subiré. Mudo mi carácter en la enfermedad, dejo a un lado las aristas espinosas y el dardo envenenado. Adopto la meditación y el amor eterno, el amor indistinto. Compartiré resuelto mi gracia y mi esencia, porque yo las he recibido sin condiciones, ¿cómo podría condicionarlas a los demás? Dios ama a todo y a todos, su amor es un merecimiento colectivo, no individual. El amor es el sello genético que nos despierta a la vida.
No lo busquemos en la Municipalidad, porque sería una marioneta. No lo busquemos en el Inti Raymi, porque sería un divo arrogante. No lo busquemos en el teatro, porque sería un wachu actor. No lo busquemos en las panacas ni en los ayllus reales, porque sería inalcanzable, exclusivo. No lo busquemos en la piedra de los 12 ángulos, porque sería un mercachifle. ¿Dónde, entonces? (¡Hipólito, Umut'u, dónde estás!) Mientras tanto y, sin embargo, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka, molesto, hastiado, indignado, iracundo, agarrando una barreta que no es de oro, sino de cobre robado y punta hiriente. Lo he visto picando, fuera de sí, una piedra que solo vale por sus ángulos. Lo he visto, eufórico, rescribiendo esa piedra turistiquera (como Jesusito, con látigo en mano, en la casa de su padre). Lo he visto, airado, perdido, ido... tratando de destruir lo que ha construido. Sí, yo he visto a un Inka, a un Sapan Inka, a uno de verdacito, a uno que es del pueblo, aunqu...
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