Acabo de revisar lo que siempre fui y acabo de diseñar lo que quiero ser. Deseo ser el amante perfecto, sin ambicionar el resguardo material ni la fe bíblica. Hay gradas que no subiré. Mudo mi carácter en la enfermedad, dejo a un lado las aristas espinosas y el dardo envenenado. Adopto la meditación y el amor eterno, el amor indistinto. Compartiré resuelto mi gracia y mi esencia, porque yo las he recibido sin condiciones, ¿cómo podría condicionarlas a los demás? Dios ama a todo y a todos, su amor es un merecimiento colectivo, no individual. El amor es el sello genético que nos despierta a la vida.
No importa el motivo ahora, pero hay días que amanecen oscuros. Son esos días malnacidos en que nos metemos de lleno al hoyo de nuestros vicios e imprudencias. Días negros, malditos. Están cargados de rabia, odio, frustración, decepción y cólera. Estos sentimientos hacen de la oscuridad un lugar acogedor desde donde disparamos los dardos envenenados más certeros para desmenuzar lo que hemos construido o lo que tanto nos costó amar. Nos convertimos en esa parte del universo, la que absorbe todo a su paso, incluyendo la luz de las estrellas y los pedacitos estelares de pan, somos agujeros negros en plena y orgullosa acción. ¡Así se van al carajo "esos días maravillosos" y se acabaron las "palabras de amor" para todos! Sí pues, esas caídas en el hoyo de nuestras negras emociones son constantes en nosotros los seres ordinarios. Sí pues, la furia, la rabia y todo aquello es parte de nuestra vida y así será siempre, hasta que aprendamos a manejarlas. Pero hasta
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