Papá y mamá conversaban acongojados qué iban a regalar a sus
hijos esta navidad. La buenaventura les daba la posibilidad de comprar el deseo
más costoso, pero el dinero no era el problema, sino el regalo.
Cuanto más grande y caro el juguete, con el tiempo resultaba
más insustancial e inservible para sus hijos. Sí, los juguetes eran ostentosos,
modernos; hacían miles de cosas con solo tocarlos. Pero a medida que agotaban
sus funciones, la monotonía de los aparatos hacía juego con la ausencia de los
padres en el hogar. Por eso no había juguete perfecto, ni caro ni barato, ni
grande ni pequeño, ni simbólico ni ostentoso. Para estos hijos faltos de padres
solo había juguetes inservibles, bamba.
Luego de pensar mucho, los padres idearon el mejor regalo que
haya producido la navidad. En la noche del 24, mamá anunció el obsequio más
maravilloso. La emoción era inusitada… ¡No había regalos en el árbol! De pronto
entró papá vestido de robot, caminando en cámara lenta, haciendo un sonido de
tuercas oxidadas. Se paró frente a sus hijos, hizo algunos movimientos y luego,
con la misma lentitud, se echó en el suelo abriendo los brazos y los pies.
La madre, con el permiso de Papa Noel, anunció el regalo más
hermoso de esta navidad. El robot se movió repentinamente, bajó sus brazos chillando
al igual que sus pies y dejó al descubierto su pecho. Al mismo tiempo la voz robótica
del padre decía: “máquina en funcionamiento, máquina en funcionamiento,
apártense por favor, apártense por favor, máquina en funcionamientoooo…”
Los hijos estaban confundidos, pero emocionados. Era algo
nuevo, no podían esperar el desenlace. La madre dijo: “Es el Abrazo Original. Este robot regala
abrazos, abrazos originales, no tienen fecha de vencimiento y la garantía nunca
caduca. Se pueden dar en todo momento, a quien los desee y cuando los desee. Sólo
hay que ponerle bien las pilas…” Entonces mamá invitó a su hija más pequeñita a
abrazar al robot. Papito cerró sus brazos y pies a modo de compuertas
eléctricas. Seguía haciendo ruidos extraños, como cortocircuitos y chispas
locas. Luego de cerrar las “compuertas” dijo: “máquina en funcionamiento en
tres, dos, uno…” y empezó a moverse de izquierda a derecha, de arriba abajo, primero
despacio y luego más fuerte, haciendo ruidos extraños, como de desperfectos o
juegos artificiales. Mientras la “máquina” funcionaba, la niña gritaba
emocionada al ritmo de los ruidos extraños de papá.
Así pasaron uno a uno, todos sus hijos, incluso mamá. Felizmente las baterías se recargaban con un poquito de chocolate y panetón, porque sino, la máquina no hubiera funcionado toda la noche…
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