Los amigos cercanos abrazan de lejos.
La saliva ya no sana, contagia.
Los besos son virtuales tal como las amistades ocasionales.
Todos en casa, en los cuatro pilares, protegidos en silencio y aire fresco.
Abrazo a los míos y añoramos los gastos insustanciales.
Tocan el timbre y nos escondemos.
Yo tengo ese virus, aquí lo siento.
Pero sonrío.
Aún puedo anidar un suspiro.
Aún puedo dar mi aliento.
Por los que curan, por los que cuidan, por los que barren y por los que caminan.
Cada silencio tiene su medida.
Cada encerrona su tiempo.
Cada pensamiento su palabra.
Cada idea una consecuencia.
Cada rezo su realización.
O sea que cada superviviente es una esperanza.
Cusco, 09 de mayo de 2020
Cusco, 09 de mayo de 2020
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