Matar o morir. ¿Se trata de supervivencia? ¿Del más fuerte sobre el más débil? Cuando llegue ese momento, esa disyuntiva (Dios no quiera), prefiero morir, morir por alguien. Nadie será dueño de la venganza, lo prohíbo. Que el oponente transcurra en su orgullo sin mediar culpa. Mi muerte, mi sacrificio, es la muestra de mi amor por alguien más, es la justificación para que viva.
No importa el motivo ahora, pero hay días que amanecen oscuros. Son esos días malnacidos en que nos metemos de lleno al hoyo de nuestros vicios e imprudencias. Días negros, malditos. Están cargados de rabia, odio, frustración, decepción y cólera. Estos sentimientos hacen de la oscuridad un lugar acogedor desde donde disparamos los dardos envenenados más certeros para desmenuzar lo que hemos construido o lo que tanto nos costó amar. Nos convertimos en esa parte del universo, la que absorbe todo a su paso, incluyendo la luz de las estrellas y los pedacitos estelares de pan, somos agujeros negros en plena y orgullosa acción. ¡Así se van al carajo "esos días maravillosos" y se acabaron las "palabras de amor" para todos! Sí pues, esas caídas en el hoyo de nuestras negras emociones son constantes en nosotros los seres ordinarios. Sí pues, la furia, la rabia y todo aquello es parte de nuestra vida y así será siempre, hasta que aprendamos a manejarlas. Pero hasta
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